
La museoterapia: ¿y si el bienestar pasara por el arte?
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¿Te sientes un poco bajo de ánimo? ¿Y si reemplazaras tus salidas de compras por una visita al museo? Más ecológico, más intelectual y, sobre todo, con verdaderos beneficios para la salud mental. La muséoterapia no es una ciencia en sí, sino más bien una tendencia de bienestar y desconexión que calma y aporta serenidad en un mundo que va demasiado rápido.
¿Y si pasear por un museo, rodeado de obras maestras de la pintura, fuera una de las soluciones para permitirse una pausa en la semana y crear una pequeña burbuja de calma en medio del bullicio de nuestras vidas?
Enfocándonos en esta práctica que te quiere bien.
La muséoterapia: la terapia del arte para todos
El concepto de muséoterapia apareció por primera vez después de la Segunda Guerra Mundial para cobrar importancia en los años 1980-1990. Se desarrolla paralelamente con la arteterapia para pacientes con trastornos mentales antes de extenderse a patologías más ligeras como el TDAH o la ansiedad.
A diferencia de la arteterapia, la muséoterapia no invita al público a una práctica artística, sino que utiliza las características calmantes del lugar, los espacios y la atmósfera para acompañar el recorrido de un público.
Desde 2010, las iniciativas terapéuticas se han multiplicado. Primero para las personas realmente enfermas, con un terapeuta presente que guía a los pacientes a través de un recorrido dentro del museo.
Luego, para el público general, pensando en el museo como un lugar de pausa y desconexión, donde el objetivo no es necesariamente aprender fechas o reconocer corrientes estéticas, sino dejarse llevar por la estética del lugar, los beneficios de los colores o el silencio y la calma que generalmente reinan en los museos.
El objetivo no es que el museo se convierta en un lugar de cuidado, sino que juegue un papel terapéutico en su objetivo de acercar al público al arte.
Los beneficios de los museos sobre la salud mental
Desconectarse de las pantallas, encontrar un momento para uno mismo rodeado de bellas obras, disfrutar de un momento de calma… Esto es lo que más a menudo mencionan los visitantes que vienen al museo, no solo para instruirse, sino también para encontrar un oasis de serenidad, todo, por supuesto, en un hermoso espacio donde es fácil moverse rodeado de obras de arte.
Sin sufrir trastornos mentales, estudios han demostrado que las visitas a los museos tienen un efecto positivo en la salud mental. Reducen, en particular, los niveles de estrés y mejoran la concentración. Incluso una breve visita permite experimentar una calma comparable a la de un paseo por la naturaleza.
Para un público con necesidades más específicas que sufre de ansiedad, estrés post-traumático, por ejemplo, algunos museos, como el de Lille, ofrecen una prescripción museal. ¿El objetivo? Permitir que un paciente se beneficie de una sesión acompañada de arteterapia dentro del museo, que combina práctica artística y cuidado.
Los museos, verdaderos actores de la evolución
Tendemos a ver los museos a través de las obras que allí se exhiben: inmutables, prohibidas al tacto y congeladas en su época. Sin embargo, esto está lejos de ser cierto. De hecho, los museos evolucionan con las mentalidades y, hoy en día, la mayoría de ellos trabajan en la creación de recorridos iniciáticos y lúdicos para que el visitante sienta placer al mirar las obras, pero también viva una verdadera experiencia positiva. Esta voluntad de apertura transforma poco a poco el museo en un lugar de vida, de intercambio y de inclusión, mucho más allá de su misión principal de conservación.
El museo de Lille, en colaboración con el CHU, ofrece así en octubre un taller femenino para la prevención del cáncer de mama. Una iniciativa diferente que muestra cuán importante es que los museos se adapten a la evolución de la sociedad y hasta qué punto pueden convertirse en verdaderos actores sociales, para un público en busca de conocimiento… y de autoconocimiento.
En el mismo espíritu, el museo Carnavalet en París ofrece un recorrido queer creado por un guía LGBTQIA+ para ofrecer un espacio sano y seguro a un público que desea sentirse plenamente en su lugar en el espacio público. Estos nuevos enfoques demuestran que los museos buscan alcanzar comunidades diversas y ampliar su papel cultural hacia un rol social.
Lo mismo ocurre con los niños: cada vez más instituciones integran a sus visitantes más jóvenes dejándoles el campo libre para expresarse, sin reprimirlos ni molestar a los demás espectadores. Así, son acompañados en su descubrimiento del arte con dispositivos adaptados a sus especificidades, transformando la visita en un momento tan pedagógico como divertido.