
Vestirse para la playa como para una primera fila
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Durante mucho tiempo relegado a un segundo plano en las preocupaciones estilísticas, el vestuario de playa está viviendo un gran renacimiento. La playa ya no es un simple decorado de relajación o un espacio desconectado de la moda. Se convierte en una pasarela, un escenario al aire libre donde ahora se expresa una estética controlada. Aquí, no se desviste, se compone. El mar se convierte en el espejo de un estilo construido, de una apariencia afirmada, tan estudiada como la de un primer fila de desfile.
El bañador, pieza central de un dúo estiloso
Protagonista de la temporada, el bañador ya no es un accesorio secundario. Se convierte en un manifiesto de estilo, silueta esculpida, punto focal de una apariencia. El bañador de una pieza negro con finas tirantes se impone como un clásico atemporal, mientras que el bikini juega con las asimetrías, los lazos inesperados y las texturas técnicas. Los modelos firmados por Jacquemus, Isabel Marant o Louisa Ballou coquetean con la alta costura, lejos de los modelos de playa estandarizados.
Pero este ascenso estilístico no se limita al vestuario femenino. El bañador de hombre sigue la misma dinámica. Colores sobrios, estampados sutiles, cortes ajustados: en JOTT, se convierte en la pieza insignia de una elegancia moderna y discreta. Diseñado para adaptarse a todas las morfologías, encarna el equilibrio perfecto entre una apariencia urbana y la relajación estival.
¿Y si el dúo de playa ideal no estuviera en la uniformidad, sino en el acuerdo finamente contrastado? La asociación de un bañador de una pieza negro ultra estructurado con un bañador masculino de talle medio crea una armonía visual sutil, casi gráfica. Una pareja de estilo sin excesos, pero nunca banal.
Finalmente, tomar un elemento del vestuario masculino –una camisa blanca de algodón, una gorra vintage, o incluso un bermuda holgado atado en la cintura– puede aportar esa despreocupación estudiada que transforma un simple atuendo de playa en una declaración de moda.

El arte de superponer: pareos, camisas, vestidos de playa
El layering de playa no es nada al azar. Se trata de un arte delicado, hecho de juegos de materiales, superposiciones ligeras y volúmenes controlados. Fuera los simples pareos atados a la ligera: optamos por drapeados estudiados, que evocan la elegancia mediterránea de un desfile de crucero.
La camisa oversized, blanca o a rayas, se convierte en capa, chaqueta o vestido según el pliegue o el nudo elegido. El kaftán se presenta en seda estampada o en lino natural, ligeramente ceñido. En cuanto a los vestidos de ganchillo, revelan sutilmente el bañador de debajo mientras crean relieve.
Cada pieza juega con la luz, la fluidez, el movimiento. Caminar sobre la arena se convierte en coreografía, la ropa sigue el cuerpo sin nunca restringirlo. Es en esta ligereza controlada donde reside la sofisticación de la nueva generación de playa.
Accesorios: el verdadero terreno de juego de las iniciadas
Si hay un ámbito donde se expresa la virtuosidad de las iniciadas, es sin duda el de los accesorios. Más que complementos, son los instrumentos de carácter del look de playa contemporáneo. La cesta trenzada en versión maxi, con asas de cuero, se impone como el nuevo bolso de mano. Las gafas de sol de estilo años 70 enmarcan la mirada con audacia. El pañuelo, ya sea atado alrededor de la cabeza, de la cintura o del cuello, introduce un toque retro chic deliciosamente asumido.
En cuanto a las joyas, los volúmenes se suavizan: perlas nacaradas, cadenas doradas finas, pulseras discretas en las muñecas. Atrapan la luz del día sin nunca robar protagonismo. En los pies, las sandalias se vuelven ultra minimalistas: tiras finas, cuero natural, a veces adornadas con un detalle metálico.
El accesorio se convierte en lenguaje. Es él quien marca el tono –barroco, depurado, bohemio, arty– a una silueta pensada en sus más mínimos detalles.

Belleza solar: peinados y maquillaje de verano
En la playa también, el rostro se pone en escena. Pero lejos de excesos o artificios, es la frescura la que domina. El moño bajo, alisado con peine y fijado por un pañuelo, evoca la elegancia de un desfile de crucero de Dior. Las longitudes dejadas libres adoptan un efecto «mojado», ideal para un look de sirena contemporánea. Algunos cortes estivales –naturales, etéreos, fáciles de llevar– se imponen como evidencias en la orilla del mar, con esos peinados que se arreglan solos, perfectos para la playa y los días sin excesivo esfuerzo.
En cuanto al maquillaje, la idea es realzar sin disimular: un tono glowy trabajado con moderación, un toque de rubor rosado en halo, un labio coral o melocotón, ligeramente brillante. La máscara de pestañas waterproof alarga la mirada sin cargarla. El conjunto es controlado, luminoso, listo para captar los juegos de sombras del sol poniente.
La belleza estival se inscribe en un arte del detalle, en esta elegancia que no busca la atención pero impone respeto.
¿Y si el estilo de playa se encontrara con la ciudad?
Una de las tendencias más fuertes de estas últimas temporadas reside en la transposición del vestuario de playa en un contexto urbano. Y es sin duda ahí donde reside su nueva potencia: en su capacidad de metamorfosearse.
El bañador de una pieza se convierte en body cuando se asocia con una falda midi fluida o un pantalón de talle alto. El vestido de playa se estructura con un cinturón de cuero, las sandalias se deslizan bajo un vestido camisa o un traje corto. Los accesorios conservan su poder evocador: la cesta se convierte en bolso de ciudad, las gafas oversized se adoptan desde la mañana.
En este espíritu de versatilidad, JOTT impone su visión con precisión. Las chaquetas ligeras, emblemáticas de la marca, ofrecen la capa perfecta para los atardeceres de verano. Se ponen sin esfuerzo, sin romper la silueta ni traicionar el estilo. Una elegancia discreta pero efectiva, pensada para acompañar los días de apariencia cambiante.
